Capítulo: La Flaca come un trozo de galleta

La mira, la observa, la analiza. La mira, la observa, la analiza. Se pasea por delante de ella (o ellas). No sabe qué hacer. Se vuelve a pasear por delante de ella (o ellas). Se detiene un momento, la toca (o las toca). Sigue caminando. Se pasea por la casa. No sabe muy bien qué hacer. Mira, observa, analiza. Se sienta un rato. Piensa: ¿Qué tan malo podría ser? ¿Qué es lo peor que me podría pasar si lo hago? Sigue caminado. Se pasea nuevamente delante de ella (o ellas). Se detiene. Esta vez no solo la toca (o las toca) sino que también la huele (o las huele). Huelen bien. Huelen a mantequilla dulce. Huelen a una tarde de once con comida cacera. Huelen a infancia y la libertad mental que ésta conllevaba. Huelen a amor de madre, de mamá, de mamita linda. Huelen a leche calentita y a regaloneo con los tatas. Huelen bien. Huelen muy bien.

La Flaca se pasea por delante de las galletas caceras que ha horneado su madre y se debate, mentalmente, en si puede o no comerse una, o en verdad, si puede permitirse comerse una. A la Flaca le cuesta ser amorosa con ella misma y olvidarse de las estúpidas reglas de alimentación que se ha impuesto, so pretexto de su enfermedad. Sobre analiza cada movimiento alimenticio que realiza durante el día. Ya seguir una pauta rutinaria y frecuente la agota, y ahora se le presenta esto: su madre ha hecho unas galletas caceras y la Flaca se muere por probarlas. Si lo hace, es decir, si se comiera una, no tendría nada de malo con respecto a su minuta nutricional, ya que, debido a su condición, tiene permitido el poder comer, como un extra a su minuta, algo que ella quisiera, como en este caso lo son estas maravillosas galletas caceras.

Pero la Flaca se debate en si debe sumar más calorías (las cuales ya no cuenta, pero de las que aún es consciente) a su día. No sabe si debiera permitirse comer, o probar, una galleta en este día. Por eso se pasea, mira, observa y analiza todas las posibles opciones que podría tener en el caso que llegara a comerse una. Ella sabe que eso es lo que realmente quiere, lo que desea su niña interior. Pero su ego y su miedo se interponen y la hacen dudar sobre que si es "correcto" o no comer, aunque sea una galleta. Su mente pareciera batallar fuertemente dentro de ella, y sufre con esta pelea, ya que realmente no sabe qué hacer al respecto. ¿Sigue su instinto, o se mantiene en su lugar seguro y restringe?

Finalmente encuentra una solución. Se va a comer solo un pequeño trozo de galleta, de esa manera puede conciliar entre su deseo de poder probarlas, manteniendo al mismo tiempo su ego tranquilo y sin patalear.

Lo piensa. Se acerca al plato repleto de galletas. Toma una y luego dos, y las suelta. Se sienten suaves y perfectas al tacto de sus dedos. Vuelve a tomar una. Se fija bien desde qué ángulo va a sacar su trocito de galleta. ¿Y de qué porte tendría que ser este trocito para que sea aceptable para ella comérselo? Debe poder saborearlo, pero al mismo tiempo sin culpa. Desde uno de los ángulos de la galleta, incrusta sus uñas y raspa un pequeño trozo que perfectamente podría ser reconocido como migaja. La Flaca la observa y analiza para comprobar que sea suficiente. En su interior sabe que no lo es, pero tiene miedo de intentar si quiera sacar un poco más, ya que podría pasarse de su rango cómodo y seguro. Así que no lo hace, no saca más y se conforma con su pequeña migaja. La huele un poco, en un intento de lograr de que su cuerpo sea consciente de que va a probar algo rico y de que en realidad "no está restringiendo". Se echa su migaja a la boca. La saborea por todos los rincones, trata de sacarle el máximo sabor posible. La mastica y mentalmente se dice que rica y sabrosa está esta galleta. Hasta incluso emite un leve sonido de placer degustativo mientras la mastica, esforzándose aún más en poder disfrutar a concho esta pequeña migaja de galleta que se ha permitido comer. Ella siente, a pesar de lo poco que ha sido, que ya el hecho de habérsela permitido es un gran avance. Pero la Flaca sabe que puede hacer más por ella en una próxima vez, sabe que puede hacerlo mejor, es solo que hoy, no se atrevió a más y está bien... está bien. Ya esto ha sido un gran esfuerzo, se dice a sí misma. Por lo menos pudo saber qué sabor tenían las galletas, y aunque ha sido pequeño, ha podido ser capaz de hacer algo por ella, a pesar de ser solo una migaja. Y eso es lo que realmente importa.

Fue una galleta perfecta.

© 2020 Fernanda Cancino Espinosa. Todos los derechos reservados. Foto por Andrés Orosco.
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