Capítulo: Un viaje a EE.UU

Viajar a Estados Unidos durante las vacaciones de verano del 2020, se presentaba como una instancia llena de posibles oportunidades que podrían cambiar la vida de la Flaca. Gustosamente, ésta pensaba en lo bien que le harían esos posibles cambios, en lo mucho que la ayudaría a superar sus problemas, en lo "exitoso" que se vería en su vida una vez estas oportunidades la recibieran. Pero las cosas no salieron de la manera idílica que esperaba.

Desde el comienzo de su tratamiento, e incluso de un poco antes, la Flaca ha mantenido conversaciones con su querida Madrina, su Tía de Estados Unidos, o, como el resto de la familia le dice, la Tía Gringa. Ella ha acompañado y apoyado casi todo el duro proceso que ha debido enfrentar la Flaca en su enfermedad, sin mencionar que prácticamente pago en gran parte todo lo que significó su hospitalización. Ahora, dentro de esas conversaciones que mantenían recurrentemente durante la semana, la Madrina le ofreció a ésta, una vez estuviese más recuperada, ir a pasear unos días a Estados Unidos, a estar con ella por unas semanas, para relajarse y entretenerse, ya que la vez anterior que fue a visitarla (durante el 2017), lo habían pasado muy bien y la experiencia había sido excelente. Esto a modo también de motivación para que la Flaca pudiera meterle "harto ñeque" a su proceso de recuperación. Evidentemente funcionó. La Flaca cada vez que se sentía flaquear o vacilar durante esos meses previos al viaje, se decía a sí misma, "Vamos, tú puedes. ¿Quieres viajar? Para eso tienes que estar sana. Dale, comete esto, tu puedes". Así fue hasta que, finalmente, llego el día del viaje.

La Flaca había planeado su viaje para el mes de febrero del 2020, ya que en esa fecha su familia estaría de vacaciones, ella estaría ya más tranquila y el clima del país gringo se estaría empezando a regular (o sea, haría menos frío). Pero había otra razón, además de estas, para poder realizar el viaje durante estas fechas. La Flaca había realizado, hace ya unos tres o cuatro meses, una postulación a dos importantes universidades en Nueva York para poder realizar un Master en Actuación. Estas eran la NYU y Columbia. La primera había rechazado su solicitud, pero la segunda le había hecho una invitación, o call back, para participar de una audición presencial para los postulantes internacionales durante el día 6 de marzo. La Flaca estaba extasiada. ¡Una buena universidad en la ciudad de Nueva York la había llamado porque estaban interesados en ella! No podía más de la felicidad, ¿Sería posible que por fin uno de sus más preciados sueños se podría hacer realidad? Estudiar en el extranjero, ¡Vivir en Nueva York, galla, como Friends! La Flaca no podía parar de imaginar, soñar y visualizarse a sí misma viviendo en una ciudad que amaba, estudiando actuación, ahora ya más madura, en una universidad en donde grandes artistas han estudiado. El viaje a los Estados Unidos estaba cargado de posibilidades importantes para la vida de la Flaca. Pero junto con esas posibilidades, había varios desafíos.

Verse enfrentada a pasar varias semanas sin los cuidados de su madre, en un país extraño, donde no tendría las comidas que está acostumbrada a ingerir, y donde además las formas de "medir" las calorías difiere de los sistemas métricos usados en Chile, significaban para la Flaca un desafío, el cual podía o asumirlo muy bien, o muy mal. Ya desde que se subió al avión estaba media nerviosa: la simple comida que éste le daba para la cena era algo que la ponía tensa.

Pero los primeros días pasaron con bastante tranquilidad. La Flaca, con su capacidad maestra para sacar cuentas y cálculos mentales y generar esquemas organizacionales para seleccionar los alimentos que comería y los que no durante el día (caso bastante contradictorio respecto de su fatal rechazo a las matemáticas y todo lo que tenga que ver con números y cálculos), sabía exactamente como ordenar lo que consumiría en el día, a fin de tratar de comer todas sus comidas sin pasarse de sus calorías. Esto porque sabido es que allá en Gringolandia, los parámetros para medir las cantidades recomendadas de comidas son distinta a la de Chile, y por distinta me refiero a que son sustancialmente más altas. Eso es algo que la Flaca quería evitar. Así que, junto con su ojo biónico, una vez ya llego a los brazos de su Madrina en Virginia, USA, se dispuso a estudiar todos los tipos alimentos que la rodeaban en el hogar, y luego cuando fueron a comprar, en el supermercado también realizó esta actividad, para poder hacerse una idea de cómo comería sus alimentos, y como los organizaría para poder salir victoriosa de esta encrucijada. Los primeros días partieron bien, medios extraños por la nueva ingesta de alimentos, y los nuevos arreglos que estaba haciendo. En principio, parecía estar comiendo las mismas cantidades de cosas que en Chile, aunque con algunos nuevos cambios y "arreglines", pero dentro de todo, parecía ser lo mismo. Todo iba bien, hasta que esos "arreglines" comenzaron a hacerse muy recurrentes, y nuevamente la Flaca comenzó a hacer la "vista gorda" para "auto engañarse": Sí, estoy comiendo de todo, sí, lo estoy haciendo bien, sí estoy feliz, estoy comiendo justo lo que quiero comer. La Flaca, muy dentro de ella sabía que no estaba haciendo las cosas exactamente como debía hacerlo para poder seguir cuidando de sí misma, ya fuese mental como físicamente, pero no quiso verlo, simplemente no quiso. Muy dentro de ella, existía una leve motivación de buscar volver a Chile más flaca de lo que había llegado.

Oh, no. Esto está mal.

Los días pasaban y se acercaba su pequeño viaje a Nueva York, donde pasaría cuatro días completos sola en un hostal del Upper West Side, para poder asistir a su importante audición y entrevista en Columbia, y ¿quién sabe?, si todo sale bien, podría pasar a la segunda "prueba", asistir al último call back que seguía el 7 y el 8 de marzo. Todo indicaba que le iría bien. La Flaca casi podía sentir que el universo le iba a abrir esta oportunidad, ya se sentía parte de la ciudad, ¡Oh, mierda! ¡Va a pasar! ¡Por fin mi sueño se va a cumplir! La Flaca lo podía saborear ya.

Algo eso sí no estaba del todo bien. La Flaca, como ya hemos dicho, ama los desayunos, le dan confianza y la dejan satisfecha, así que ahora como tenía el poder sobre sus comidas estando sola en Nueva York, comenzó a hacer el "arreglin" de comer desayunos como sustitutos de varias de las comidas del día. O sea, la Flaca estaba comiendo por lo menos desayunos en la mañana, al almuerzo y a la merienda. Se saltaba comidas, grupos de alimentos que debía comer, para poder solo comer cereal con leche, o panqueques, o un yogur con fruta y una barrita de cereal. Es verdad que eso es mejor que no comer nada, pero definitivamente la Flaca estaba haciendo trampas, ya que sabía que más allá de todo, lo hacía porque eso significaban menos calorías al día. Estaba tan embobada con todo lo que la ciudad le ofrecía, que no quiso hacerse cargo de esta situación, y se dispuso a simplemente dejarla pasar.

El día de la audición llegó. Todo anduvo de maravillas. Se sentía en su zona, conversó con los otros dos candidatos, se hizo amiga de actuales alumnos del programa de actuación, habló amablemente con los profesores evaluadores y con la asistente de la audición. La Flaca ya se sentía parte de Columbia.

Terminó la audición. Darían aviso del resultado vía mail esa misma noche. Afuera llovía. La Flaca estaba hiperventilada aún con una rica energía de quien está seguro que todo saldrá de la mejor manera que se pueda esperar.

Esa misma noche había quedado de cenar con una amiga de ella, quien era alumna del Master de guion en Columbia, y que la había ayudado a realizar su postulación online. Fueron a un restaurant italiano. La Flaca vio qué platos estarían mejor para no pasarse de calorías y poder comer tranquilamente. Se pidió una pasta blanca con mozzarella, albahaca y tomate. Simple.

El mail llegó.

No lo logró.

No. No lo logró.

El mail decía que lamentablemente no había hecho el corte para poder asistir a los últimos call backs de las postulaciones, que agradecían su entusiasmo pero que no la llamarían. La Flaca... la Flaca no lo podía creer. Quiso hacer como que no le afectaba tanto, pero la verdad es que, si hubiera podido ponerse a llorar ahí mismo junto a su amiga, lo hubiera hecho. Su amiga le decía que no era tan terrible, que ya podría volver a intentarlo, que le quitara el poder y la importancia a la experiencia, porque definitivamente esta no era la gran oportunidad de la vida, que ni ella se sentía tan afortunada por estar allá, que la ciudad era muy hostil... en fin, un montón de cosas para poder subirle, aunque sea un poco, el ánimo a la Flaca. Nada sirvió mucho.

Pidieron la cuenta. Caminaron un rato en la calle. La Flaca se mostró tranquila. Se despidieron, ahí fue donde todo comenzó. Lo único que tenía en mente ahora era comerse un cheescake del Dinner que quedaba cerca de su hostal. Si el universo le había quitado esta oportunidad por no estar comiendo lo que debía comer, ahora vería lo que era capaz de comer. Corrió calle abajo en busca del Dinner. Estaban a punto de cerrar. Pidió el cheescake y salió. Mientras caminaba a comprarse un té de canela para llevar, iba pensando en cómo se saldría de su límite de calorías al comerse tremendo pedazo de cheescake encerrada en su pieza en el hostal. Su madre la llamo en el camino, quería saber cómo le había ido. La Flaca le contó todo. Por fin pudo llorar. Tenía rabia. Le grito a su madre por teléfono. Le dijo que esto le paso por no ser gorda, que, si el universo quería que comiera, ella iba a comer y comer hasta explotar, que por qué no le resultaban las cosas si ella lo hacia todo bien... bueno, esto último lo dijo sabiendo lo hipócrita que sonaba.

Ya en su habitación en el hostal, llorando, comió su cheescake, tomó su té, y con el estómago pesado y la conciencia culposa de haberse comido ese pastel, se acostó a dormir.

Este episodio parecía el quiebre de los hábitos tramposos que estaba llevando hasta ahora durante el viaje, pero la verdad es que estos persistieron. La Flaca intentó, en serio intentó comer mejor, pero la rabia la hacía castigarse a sí misma por todo.

Una vez ya volvió al hogar de su Madrina en Virginia, de a poco fue calmándose. Pudo eventualmente comer un poco mejor, pero esta no fue la regla de todos los días. Le costaba, el daño ya estaba hecho. ¿Y ahora qué? ¿Qué hago? ¿Cuál va a ser mi proyecto ahora? ¿Y por qué chucha tengo que empezar un nuevo proyecto de nuevo? ¿Por qué no resulto? ¿Habrá algo enserio mal en mí? Los días pasaban, y si bien había una suerte de relajo de parte de la Flaca que ya no sentía la presión de llevar a cabo su proyecto de irse a vivir a Nueva York, el sentimiento de frustración y pena era más grande, y se sentía perdida.

A pesar de eso, pudo disfrutar de sus últimos días junto a su querida Madrina. Pasaron buenos y agradables momentos juntas. Ella quiere muchísimo a su Madrina y siempre le estará agradecida.

Siento que, llegados a este punto, seguir narrando el cómo se sintió la Flaca en los días que siguieron a su estadía en los Estados Unidos, puede resultar un poco plana y reiterativa. Así que solo me resta decir que, volvió a Chile, en medio de todo el contexto del caos de la pandemia del Coronavirus en el mundo, y que sí, hasta este momento, sigue sintiendo su fracaso.

Pero hay que seguir adelante. Hay que volver a empezar.


© 2020 Fernanda Cancino Espinosa. Todos los derechos reservados. Foto por Andrés Orosco.
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